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Presentación

   Ego o Espíritu no hay que confundirse. 

​

Este taller nos enseña a reconocer

Nuestra DOBLE NATURALEZA: EGO y ESPÍRITU. 

Se suele hablar de la naturaleza humana como siendo una sola.

A menudo para no decir siempre se habla de

LA NATURALEZA HUMANA en términos negativos.

​

Se dicen estas cosas que el hombre es un lobo para el hombre.

Se suelen justificar las peores barbaridades humanas diciendo:

"esta es nuestra naturaleza".

Unos dicen que más conocen al ser humano y más aman a sus perros.

Unas reflexiones gravisimas que perjudican enormemente la armonía entre todos.

Con esto parece que tenemos la excusa perfecta para justificar lo peor de nuestra especie.

Pero claramente demuestra que la gran mayoría de los humanos viven en una cueva

y que su desarrollo espiritual se ha quedado a la edad de piedra y de aquí tantos problemas que tenemos ahora.
Un grave error que debemos rectificar adquiriendo más consciencia de lo que somos realmente.


En esta presentación os llevaremos en el camino de esta nueva consciencia que nos trae esta nueva era de acuario. Muchos se equivocaron con el 2012 y el calendario Maya, pensando que anunciaba el final de nuestra civilización. En realidad anunciaba el principio de una nueva era que lo va a cambiar absolutamente todo en este planeta, humanos incluidos, hasta un punto que pocos son capaces de imaginarse.


Estamos en una gran evolución cósmica, nadie ni nada podrá parar este empuje natural que nos llevará a conocernos mejor a nosotros mismos.

El primer paso es reconocer que nuestra naturaleza humana es doble.

Ego y Espíritu son los dos puntos opuestos que conviven en nosotros.

Y nosotros somos quienes decidimos si desarrollamos una linea u otra.

En esto básicamente se resume nuestro libre albedrío, elegir entre seguir al Ego o al Espíritu.

Detrás de cada decisión que adoptemos se esconde la versión egocéntrica o espiritual de nosotros.

Tenemos dos alternativas frente a esta gran evolución.

O somos capaces de armonizarnos con la evolución en curso para seguir adelante

o bien sencillamente solo nos quedará perecer en el intento.

En cada evolución solo los seres capaces de armonizarse con los cambios siguen adelante es algo más que demostrado.
¿Por qué iba a ser diferente esta vez?


Esta gran evolución actual es una toma de consciencia profunda y saludable

que nos permitirá renovar creencias viejas y erróneas para eliminar sentimientos viejos y negativos.
Así de cruda y fantástica es la realidad que nos asecha día a día.

Cruda para quienes se ríen, se burlan y nada consiguen entender o no quieren entender

porque les convienen mejor el estilo egocéntrico para llevar a cabo sus deseos de conquistas materiales

y otras fechorías que llevan esta civilización al borde del colapso.

Pero una bendición para todos los que estamos en el camino adecuado de la toma de consciencia

y que nos mantenemos en el camino armonizado de esta evolución Cósmica.

Aceptando de buen grado, pasar por todas las burlas, todos los sufrimientos que nos imponen

los egocéntricos, ignorantes de su propia naturaleza,

que hacen sabiduría de su ignorancia,

como se dice la ignorancia es muy arrogante.

Pero sabemos que la recompensa a nuestra paciencia y perseverancia valdrá mucho la pena.

Pero os prometo desde mi papel de "enviado para informar"

(En esto volveremos explicando lo que quiere decir, de dónde venimos y el porque estamos informando),

que la recompensa de los que caminamos la cabeza alta, hasta tirándonos en el fango y maltratandónos de la forma más inhumana posible, os prometo que la recompensa vale la pena y que por encima de las dificultades que nos imponen los que piensan tener el poder en este planeta, nada podrán hacer para bloquear esta información y esta gran evolución en curso. 

No tienen ni idea en realidad de lo que es tener el poder,

esto lo van a aprender a las buenas o a las malas según el camino que van a elegir ellos mismos.

Ahora entraremos un poco más en profundidad en este asunto

de la doble naturaleza humana ayudándonos

de las enseñanzas de mi gran y amado Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov.  

Cualquiera que sea la interpretación o la agudeza de los análisis que puedan hacerse,

es imposible encontrar un sistema que comprenda totalmente la gran complejidad del ser humano.

Por eso no hay que extrañarse si las religiones y los sistemas filosóficos conocidos hasta hoy,

han presentado de distintas formas su estructura psíquica.


Cuando tenemos que describir la anatomía del cuerpo humano, para facilidad de la comprensión, nos vemos obligados a hacer láminas diferentes que corresponden a los diferentes sistemas: óseo, muscular, circulatorio, nervioso etc. En geografía, igualmente, para dar una visión lo más completa posible de una región, hacemos diferentes mapas, geológico, físico, político, económico, industrial, etc.

Exactamente igual que los anatomistas o los geógrafos,

los Iniciados se sirven de diferentes esquemas o divisiones,

según los aspectos del ser humano y las cuestiones que quieren profundizar.
Habréis podido comprobar que nosotros utilizamos muy a menudo la división en dos:

naturaleza inferior y naturaleza superior.

¿Por qué? Porque si hay una cuestión que los hombres no tienen clara, es ésta, no hay duda.

 Hablan de “naturaleza humana”, pero, 
¿Qué es, realmente, la “naturaleza humana”? 

¿Por qué, personas que se encuentran en las mismas condiciones no reaccionan de la misma manera?

¿Por qué, un hombre determinado, que ha sufrido una injusticia,

sólo piensa en vengarse, mientras que otro, que ha sufrido la misma injusticia,

no sólo no se venga, sino que perdona y devuelve bien por mal?

¿Qué es lo « humano» : la primera actitud o la segunda?

Una mujer se encuentra con un hombre y se enamora: este hombre está casado,

es feliz con su mujer y con sus hijos, pero eso no la detiene, le acosa,

y a fuerza de astucias y tretas, acaba haciéndole caer en sus redes y destruye su hogar.

​

Otra, en las mismas circunstancias, sabe dominar sus sentimientos y sus deseos;
Y aunque deba sufrir, considera que es más importante preservar la felicidad de una familia.

Ahí también ¿Cuál es « humana », la primera actitud o la segunda?

La verdad es que ambas conductas son humanas,

pero una de ellas está inspirada por la naturaleza inferior y la otra por la naturaleza superior, 

porque el ser humano está formado de estas dos naturalezas.

Así pues, hablar de naturaleza humana en sí, no tiene demasiado sentido.

¡Cuántas veces, para justificar una conducta egoísta, agresiva o cobarde, oímos decir:

« Es humano»!

En realidad, si se piensa detenidamente, « es humano» significa simplemente, « es animal ».

¿Y por qué, decidme, tendríamos que estar obligados a dejarnos llevar por tales debilidades?

Una gran confusión reina en la cabeza de los humanos,

y por eso es necesario conscienciarles de la existencia en ellos de otra naturaleza,

de una naturaleza superior que tiene manifestaciones opuestas

a lo que tienen la costumbre de llamar naturaleza « humana ». 

Porque esta naturaleza  humana no es, en realidad, sino su naturaleza inferior,

una herencia del reino animal cuyas huellas llevan dentro de sí mismos.
Nadie está libre de esta herencia.

La diferencia entre los personas,

es que algunas, sienten la necesidad de dominar

estas tendencias animales, y otras no.

Los animales están muy bien tal como son.

Puesto que el único problema para ellos es sobrevivir,

es decir, alimentarse, abrigarse, reproducirse, defenderse,

es normal que se dejen conducir exclusivamente por sus instintos.


No sucede lo mismo con los humanos que tienen otra vocación.
Y aunque deban arrastrar todavía su naturaleza animal, ésta no es su verdadera naturaleza. 

La verdadera naturaleza del hombre es su naturaleza divina

que es como una llama que hay en él que debe preservar y alimentar.

Porque, hay que reconocerlo, si bien los instintos están prestos a manifestarse sin que sea necesario animarles. 

La naturaleza superior o divina tiene necesidad, por el contrario, de ser protegida y sostenida.
Ninguna persona necesita que le recuerden que debe asegurar su supervivencia

o defender sus posesiones, lo hace espontáneamente.

Pero cuando se trata de mostrarse sabio, generoso, desinteresado, la cosa es más difícil porque ello exige esfuerzos, y aunque estas posibilidades existen sin duda en nosotros,

poco se manifestarán si no estamos vigilantes.
Así pues, cuando hablamos del ser humano,

debemos saber que hablamos de una criatura que es una, pero que posee una doble naturaleza.

Estas dos naturalezas se manifiestan en dos direcciones opuestas pero tienen en común la misma estructura, porque una y otra tienen su origen en Dios, en el Creador, en la máxima Fuente de Luz.

Sí, en nosotros, como en el universo, en el origen de todo,

hay este Espíritu cósmico al que llamamos Dios.

Pero, ¿Qué es Dios?

Incluso las religiones que afirman la existencia de un Dios único, le presentan como una trinidad.

La teología cristiana enseña el misterio de un Dios en tres personas: el Padre,"'el Hijo y el Espíritu Santo, que llama Santísima Trinidad. En realidad, la Santísima Trinidad no es ningún misterio para aquellos que saben servirse de la ley de analogía.

Para comprender lo que es esta Trinidad divina, tenemos que recurrir al sol. El sol es un formidable poder creador de vida que se manifiesta con la luz y con el calor. Aquél que es capaz de profundizar estas manifestaciones descubrirá las relaciones que existen entre la vida, la luz y el calor del sol y las tres personas de la Santísima Trinidad.

En todos los niveles de la creación, desde el plano físico hasta el plano divino, volvemos a encontrar estos tres principios: la vida, la luz, el calor.

En el plano espiritual, (la vida), es decir, la omnipotencia creadora, 

se manifiesta como Sabiduría (luz) y como Amor (calor).
Estos son esos tres principios: el Poder, la Sabiduría y el Amor, que encontramos en la Santísima Trinidad: 

Padre, Hijo y Espíritu Santo, que son indisociables unos de otros,

como son indisociables la vida, la luz y el calor del sol.

¿Veis? El misterio de un sólo Dios en tres personas no es tan difícil de dilucidar.

Lo que sigue siendo misterioso, es solamente la inmensidad,

el esplendor de esta Esencia primordial de la que han salido todas las existencias

y que nunca acabaremos de profundizar. 

La máxima Fuente de Luz o Energía.
La Fuente o Dios, el Amo de la Vida, es Todo-Poder, Toda-Sabiduría y Todo-Amor.


Y el hombre ha sido creado a su imagen:

con su voluntad busca el Poder,

con su intelecto busca la Sabiduría, y con su corazón busca el Amor.
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Este gráfico os ilustrará sobre la cuestión de las dos naturalezas,

con sus tres divisiones que cada una de ellas presenta,

correspondientes a las tres funciones del hombre:

el intelecto, el corazón y la voluntad,

o también, el pensamiento, el sentimiento y la acción.

Cada una de estas funciones tiene una sede, un vehículo.

Se dice también un cuerpo.

A través del cual se expresan.

En la parte de abajo que representa a la naturaleza inferior, encontramos

al cuerpo físico (la voluntad),

el cuerpo astral (el corazón),

y el cuerpo mental (el intelecto).

Y en la parte de arriba para la naturaleza superior,

el cuerpos causal (el intelecto superior o razón),

el cuerpo búdico (el corazón superior o alma),

y el cuerpo átmico (la voluntad superior o espíritu).
 

 

En cuanto a los tres círculos concéntricos,

indican las relaciones que existen entre los cuerpos superiores y los cuerpos inferiores.

-El cuerpo átmico, que representa la fuerza, la voluntad y el poder divinos,

se refleja a través del cuerpo físico que representa la voluntad, el poder en el plano físico.

-El cuerpo búdico, que representa el alma con todos los sentimientos más elevados, el amor, el sacrificio, la bondad, se manifiesta a través del corazón o cuerpo astral.

-El cuerpo causal, que transporta los pensamientos más vastos y más luminosos, se manifiesta a través del intelecto o del cuerpo mental.


Se necesitará mucho tiempo de estudio, de trabajo, y serán aún precisas muchas experiencias, antes de que los cuerpos que constituyen la naturaleza inferior del hombre puedan expresar las cualidades y las virtudes de su naturaleza superior.

Pero el día en que consigas desarrollarlas,

su cuerpo mental se volverá tan penetrante que comprenderá,

por fin, la sabiduría divina,

su cuerpo astral será capaz de alimentar los sentimientos más nobles,

y su cuerpo físico tendrá todas las posibilidades de actuar,

y se convertirá en una divinidad.

Por eso, la única actividad realmente importante a lo largo de nuestra existencia,

es la de identificar y comprender las manifestaciones de nuestras dos naturalezas.

A estas dos naturalezas las llamamos personalidad e individualidad.

En el lenguaje corriente, empleamos casi indiferentemente las palabras “personalidad” e “individualidad”.

Decimos de un hombre que tiene una fuerte personalidad,

o bien una fuerte individualidad, para expresar exactamente lo mismo, lo que crea mucha confusión.
Para lo que queremos explicaros concerniente a la naturaleza superior y a la naturaleza inferior en el hombre,

partiremos de la palabra “personalidad”, que viene del latín “persona”.

Persona es la máscara que los actores de teatro, en Roma, se ponían en el rostro para interpretar su papel.

Pero observamos esta costumbre en diferentes culturas:

el actor se pone una máscara que revela inmediatamente a los espectadores el papel que va a interpretar,

y según el papel, cambia de máscara.

De esta manera el teatro nos da una idea de lo que es la personalidad.

La personalidad es el papel que el espíritu, que viene a encarnarse, va a interpretar durante una existencia.

Es un hombre, o una mujer, con tal temperamento, tales facultades y tales lagunas, tales cualidades y tales defectos.

En otra encarnación, volverá bajo una apariencia nueva, con otra personalidad.

Pero este ser que, de una existencia a otra cambia de máscara y de traje,

está habitado por una entidad que no cambia porque es su Yo verdadero, su Yo divino: la individualidad.

El mayor error de los humanos, es que siempre tienen la nociva tendencia de identificarse con su yo inferior.

Cuando alguien dice: “Yo quiero... (Dinero, un coche, una mujer), yo estoy... (Enfermo, sano, triste, alegre), yo tengo... (Tal deseo, tal gusto, tal opinión)”. Cree que es su yo verdadero el que se expresa.

Pues no, es ahí, justamente, donde se equivoca.

En realidad, es su naturaleza inferior la que desea, la que piensa, la que sufre, y él, ignorante, corre, galopa, para satisfacerla.

Nunca se ha analizado para conocer en profundidad su verdadera naturaleza, los diferentes planos en los que evoluciona, y entonces se identifica sin cesar con su personalidad, y en particular, con su cuerpo físico.

​

Ya es tiempo de que tomes consciencia de que las manifestaciones de tu cuerpo, de tu corazón

y de tu intelecto, no son la expresión de tu verdadero Yo,

y que al apresurarse a satisfacerlas, te pones al servicio de algo distinto a ti.


El yoga del conocimiento de sí mismo es llamado en la India « Jnani yoga ».
El que practica este yoga empieza por analizarse.

Se da cuenta de que, aunque pierda un brazo, una pierna, etc., conserva su yo, puede seguir diciendo “yo”.

Su yo no es, pues, este brazo, esta pierna, ni ninguno de sus órganos;

y puesto que sus miembros, sus órganos, no son él, quiere ello decir que él es algo más que su cuerpo.

Después, estudia sus sentimientos

y constata que éstos no cesan de variar de un día al otro, de un momento a otro.

Además, el hecho de que pueda observarlos, analizarlos, indica que él está en otra parte, más allá.
Después estudia sus pensamientos y efectúa las mismas comprobaciones que con sus sentimientos:

su yo es aún otra cosa distinta de sus opiniones, de sus pensamientos.
Y de esta manera acaba descubriendo que este yo que busca, su yo verdadero,

es su Yo superior, y que este Yo es grande, poderoso, luminoso, omnisciente,

una parte de Dios mismo, y hace toda clase de esfuerzos para contactar con él y unirse a él.

A cada uno le corresponde, ahora, comprender que lo que llama habitualmente su yo,

no es más que un reflejo fugitivo, parcial, de su verdadero Yo, un espejismo, una ilusión. 

A esta ilusión, los hindúes la llamaron,”maya”.

Cada ser humano posee esta naturaleza de esencia divina que habita las regiones celestiales en donde goza de la mayor libertad, de la mayor luz, de los mayores poderes. Pero sólo puede expresarse en las regiones más densas de la materia en la medida que se lo permiten los tres cuerpos inferiores.

Sabed, pues, que todos nosotros somos divinidades.

Sí, sois divinidades, y vivís en una región muy elevada

en donde ya no hay ni limitación, ni oscuridad, ni sufrimiento.

Allí estáis en la plenitud. Pero esta vida que vivís arriba, todavía no podéis hacerla descender aquí, sentirla, comprenderla, manifestarla, porque la personalidad no os lo permite.

La personalidad (el Ego) es obtusa, opaca, mal adaptada o mal regulada,

como una radio que no llega a captar ciertas emisoras.

De vez en cuando, tenéis algunas revelaciones, algunas intuiciones,

porque habéis logrado alcanzar a vuestro Yo divino.

Pero no duran mucho tiempo, y de nuevo vuelven las nubes.

Algún tiempo después, al leer un libro, al escuchar música, al admirar un paisaje, un rostro, al rezar, al meditar, sentís de nuevo como un relámpago que brilla y os deslumbra.

Pero una vez más, la cosa no dura.

Y así, la vida humana es una alternancia continua de luz y de tinieblas;

cada día hacéis la experiencia de ello.

Hasta el día en que, por fin, a fuerza de rezar, de meditar, de trabajar sobre vosotros mismos,

os convertiréis en la expresión de la Divinidad y viviréis la vida nueva, el renacimiento completo.

 

 


Me he encontrado con muchas personas, y desgraciadamente he constatado que las inteligencias más sobresalientes, las personas mejor situadas, muy raramente saben cuándo actúan según su naturaleza inferior y cuándo actúan según su naturaleza superior. No tienen nociones claras sobre este tema, ningún criterio. Cualesquiera que sean sus pensamientos, sus sentimientos, sus opiniones, sus gustos, sus deseos, nada tienen que objetar puesto que se trata de sus pensamientos, sus sentimientos, sus opiniones, sus gustos, sus deseos, se sienten justificados. No saben reconocer todo lo oscuro y deshonesto que se desliza dentro de ellos, y si alguna vez llegan a darse cuenta, no intentan remediarlo.


Claro que es difícil ver las cosas claras porque las dos naturalezas están mezcladas, enredadas,

y el hombre, que no siempre es lo suficientemente instruido para discernir las influencias que recibe, se deja embarcar, a menudo, por la personalidad (el ego).

Sí, la dificultad viene de la coexistencia de estas dos naturalezas.

De esta forma, ciertas personas que siempre hemos creído que son razonables, sensibles, buenas, honestas, cometen de repente actos de la mayor locura o crueldad.

Nada les detiene ya, y nos quedamos estupefactos porque ningún signo revelaba tales manifestaciones,

y la gente exclama:

“¡Pero es incomprensible, inexplicable! ¡Era un buen marido... o una buena esposa! ¡Eran unos buenos padres!”

Pues no, bien al contrario, es totalmente comprensible y explicable.

Su naturaleza inferior no había tenido hasta entonces ocasión de manifestarse, pero el día en que se dieron las condiciones propicias, se despertó; y como no habían trabajado con su naturaleza superior para darle los medios de intervenir, la naturaleza inferior lo arrastró todo.

En periodo de paz, por ejemplo, los hombres se comportan, en su conjunto, más o menos razonablemente y con una cierta bondad, pero en periodos turbios, en tiempos de guerra, pueden cometer los peores horrores.

¡Cuántas veces se ha comprobado! ¿Acaso habían cambiado?

No, el caso es que fue su naturaleza inferior la que se manifestó

porque había encontrado las condiciones favorables para ello.
Mientras los humanos no tomen consciencia de la coexistencia en ellos de dos naturalezas,

y de la necesidad de dar prioridad a la naturaleza superior, serán capaces de las mayores atrocidades.

Y es inútil preguntarse después: “¿Pero, cómo es posible?” Todo es posible.

Sí, todo. Y lo contrario también puede suceder: seres de apariencia ordinaria que saben manifestar un heroísmo, una fuerza de carácter insospechada, o incluso malhechores que, en determinadas circunstancias, pueden dar pruebas de bondad, de abnegación, de sacrificio, porque, de repente, su naturaleza superior ha entrado en acción.

Cuando se sienten en un estado muy negativo, los humanos tienen tendencia a pensar que su naturaleza inferior ha empeorado, y cuando atraviesan un buen periodo creen que ha mejorado un poco.

Pues no, se equivocan: la naturaleza inferior no mejora nunca, siempre sigue siendo la misma; ocurre, sin embargo, que su naturaleza superior ha tenido mejores condiciones para manifestarse. Después, de nuevo, la personalidad vuelve a tomar la preponderancia, lo embrolla todo y les hace recaer en un estado deplorable. Y así sucesivamente.

Hay que comprender bien que no se trata del mismo yo que cambia de naturaleza, que se vuelve mejor o peor. No, no, no es que el yo cambie, sino es que hay dos naturalezas absolutamente diferentes que irrumpen alternativamente en esta escena, que llamamos “yo.”

La individualidad (El Espíritu) nunca se deja llevar por un pensamiento, por un sentimiento o por un acto negativo, y si se produce en el hombre la menor manifestación de este género, su origen no está en la individualidad, sino en la personalidad; e inversamente.

No es la misma naturaleza la que va pasando de un estado a otro. 
No, el bien no puede convertirse en mal, ni el mal puede convertirse en bien;

cada uno conserva eternamente su naturaleza propia.

El mal no se cambia en bien, y recíprocamente.

Cuando el bien se manifiesta, ya no sabemos dónde está el mal: es rechazado.

Pero si el bien se debilita, veréis que el mal está siempre ahí, que no había muerto.

Cuando actuáis de forma generosa y noble, es porque os habéis salido, por un momento, de la personalidad. Pero en cuanto volvéis a ella, la encontráis tal como la habíais dejado, y lo que ahí hacéis, claro, no es muy recomendable.

Entonces os lamentáis: “¡Pero sigo siendo el mismo!”

Sí, en la medida en que habéis dejado que vuestra personalidad se manifestase.

Dejad que se manifieste la individualidad y podréis realizar, de nuevo, cosas magníficas.

Vuestro error radica en descender tan rápidamente al nivel de vuestro yo inferior.

Deciros, “¡Pero sigo siendo el mismo!” Y entonces, ¿quién acaba de hacer y de vivir estas maravillas? ¡En todo caso, no vuestro yo inferior! ¡Pero, sí vuestro yo superior!

Si se pudiera instruir verdaderamente a los humanos sobre este tema

de la personalidad y de la individualidad.
¡Cuánto progresarían los asuntos humanos!


Para ello es preciso que cada uno empiece por estudiar en sí mismo cómo se desarrollan las cosas.

He tenido tal pensamiento, tal sentimiento, he actuado de tal manera, ¿Por qué?
Y observar ahí las consecuencias de ello. Sí, en vez de mirar siempre hacia el exterior para adquirir conocimientos que no les son demasiado útiles, sería más importante que los humanos mirasen en su interior para hacer conscientemente experiencias que les clarificaría esta cuestión de las dos naturalezas que hay en ellos.

Porque la mayoría de las veces avanzan como si fuesen ciegos.

Creen actuar bien cuando en realidad son guiados por su naturaleza inferior.

Y de vez en cuando, sin ni siquiera saber porqué, irrumpe su naturaleza superior

y les impulsa a actuar con bondad, con nobleza, con altruismo.

Pues bien, las cosas mejorarían mucho para ellos si hicieran conscientemente todo eso, y se dijesen a cada momento de la jornada:

« Veamos, este pensamiento, este sentimiento, esta acción,

¿Me son inspirados por mi naturaleza inferior o por mi naturaleza superior? »


Se trata siempre de la misma idea: lo superior y lo inferior,

y el hombre situado entre ambos,

con la posibilidad de volar hacia las alturas o de dejarse caer al abismo.

A él, pues, le corresponde decidir hacia qué lado quiere ir.

Si ha comprendido cuál es su verdadero interés, cada día se esfuerza para acercarse a su Yo superior porque junto a él encontrará la luz, la paz, la libertad, y todas las verdaderas riquezas.

 

​

Debéis saber que, al venir al Taller de la ConSciencia, me oiréis siempre hablar de este tema aburrido, poco atractivo: la naturaleza inferior y la naturaleza superior, la personalidad y la individualidad, porque son estos conocimientos los que permitirán transformar vuestra existencia.

Yo soy alguien que ha venido expresamente a importunaros pidiéndoos que trabajéis sobre vosotros mismos.

Esto no os gusta, pero tratad de comprenderlo y de aceptarlo.


Si llegáis a hacer este trabajo sobre vosotros mismos, aplicando las reglas que os damos desde esta escuela,

todo el saber, todos los conocimientos vendrán por añadidura, naturalmente.

Esta cuestión de la personalidad y de la individualidad es para todos, esencial.

Nunca he dejado de estudiarla porque cuando se tiene claro este tema,

se posee la clave que permite resolver todos los problemas de la existencia.

Así que, decidíos a tomar en serio esta cuestión.

Y ello significa, en primer lugar, que debéis estudiaros y observaros

a fin de saber si se trata de la individualidad o de la personalidad

la que se manifiesta en vosotros en cada momento.

Penséis lo que penséis, hagáis lo que hagáis, inmediatamente debe dispararse en vosotros

un mecanismo que os informe, como si tuvieseis una especie de ordenador interior.

Todo vuestro futuro depende de esta práctica.

Nada debe pasar a través vuestro sin que lo hayáis identificado claramente.

Que logréis, después, ir por el buen camino, eso ya es otra cuestión: todavía os dejaréis engatusar por la personalidad porque por desgracia uno no se transforma tan rápidamente. Pero lo esencial es saber identificar, antes de actuar, cuál de las dos naturalezas os inspira y verificar bien, después, que no os habéis dejado engañar.
Sí, hay que saber primero lo que queremos hacer realmente y verificar, después, si es esto lo que hemos hecho.

 

Quizá abuse un poco con mi insistencia, pero si no tenéis a alguien que os repita y os recalque incansablemente estas verdades esenciales, dejaréis de hacer esfuerzos. Y si yo me paro, no continuaréis solos.

Por eso sigo insistiendo. Al hablar de esta cuestión como lo hago, os lego mi herencia más preciada. Que sepáis disfrutar de ella. Siempre estoy disponible para contestar vuestras preguntas, siempre dispuesto a aplicar y entrenarme en mis propias enseñanzas y compartir con todos vosotros, los resultados.

Lo importante de cada enseñanza es poder aplicarlas y saber observar los resultados que traen a nuestra vida. Una enseñanza que se queda solo en el nivel del mundo intelectual sin aplicarse, no sirve de nada.

Gracias a estas enseñanzas del Maestro Aïvanhov,

podemos experimentar realmente nuestro mundo interior

y el mundo invisible, multidimensional que nos rodea,

en los pensamientos, los sentimientos y los actos más cotidianos.

 

Espero que os sirvan estas enseñanzas como me sirven a mí para ser como soy.

Peleando cada día para realizar mi alto ideal de existencia,

intentando parecerme lo más posible a mis maestros

y para ser un fiel servidor de los planes evolutivos Divinos Superiores.

 “¡Gracias por vuestra atención!”
Espero que algo de luz pude aportaros sobre este espinoso tema que nos abre las puertas de la libertad,

de la evolución y de la ascensión dimensional. 
“¡Que la Luz ilumine vuestro camino! ¡Todos en la Luz y La Luz en Todos!”

Las enseñanzas del Maestro Aïvanhov por Richard Wilson.

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